Autor: Rafael Martínez

Este año se cumple el doscientos aniversario del descubrimiento del electromagnetismo por Hans Christian Oersted (1777 – 1851). Oersted demostró experimentalmente que una corriente eléctrica circulando por un cable podía mover un imán próximo a éste. Este descubrimiento, que puso de manifiesto la interrelación entre electricidad y magnetismo, dio lugar al nacimiento de una nueva era científica, base de toda la tecnología que nos rodea en la actualidad.

Hans Christian nació el 14 de agosto en la ciudad de Rudkoebing en el seno de una familia acomodada, en pleno Siglo de las Luces. Él y su hermano Anders recibieron una educación cuidada, en el hogar y con tutores privados. Hans Christian lideró la llamada Edad Dorada danesa y Anders llegó a ser Primer Ministro de Dinamarca, entre 1853 y 1854.

Ingresó en la Universidad de Copenhague en 1793, completó los estudios de farmacia en 1797 y, dos años más tarde, obtuvo su doctorado, inspirado por la obra e ideas de E. Kant, con un trabajo titulado Las arquitecturas de la metafísica de la naturaleza.

En 1800, Alessandro Volta inventó la pila voltaica y, con ello, abrió un nuevo territorio para químicos y físicos: la posibilidad de generar un flujo estable de electricidad. En 1801, el propio Oersted publicó un artículo que describe una nueva batería inventada por él. Por el gran interés de sus trabajos, el gobierno danés le concedió una beca para completar su educación en otros países europeos. Pasó dos años viajando por Francia y Alemania y visitó algunos de los laboratorios de ciencia más importantes de Europa. En Alemania conoció al físico Johann Wilhelm Ritter; éste creía que había una conexión entre la electricidad y el magnetismo. Esta idea encajaba con las defendidas por Kant y por Friedrich Schelling sobre la unidad de la naturaleza.

Las conversaciones de Oersted con Ritter le llevaron a profundizar sus estudios de física. En 1806 fue nombrado profesor de física de la Universidad de Copenhague. Las crónicas indican que Oersted era un excelente profesor y que los alumnos abarrotaban sus clases; y que en ocasiones, las clases duraban hasta 5 horas al día. Bajo su dirección, la universidad desarrolló un importante programa de física y química y estableció nuevos laboratorios para enseñanza e investigación. 

El 21 de abril de 1820, durante una conferencia en la que, además de la charla, también se realizaban experimentos, mientras conectaba los equipos, Oersted notó que cuando enganchaba los extremos de un cable a las bornes de una batería, y circulaba una corriente eléctrica por el cable, la aguja de una brújula cercana al cable se desviaba del norte magnético, donde normalmente señalaba. La aguja de la brújula se movió solo un poco, tan levemente que el público ni siquiera se dio cuenta. Pero para Oersted, este hecho le daba a entender que algo importante estaba sucediendo.

Algunas personas han sugerido que este fue un descubrimiento totalmente accidental, pero existen distintas versiones al respecto; no conocemos si la demostración fue diseñada para buscar una conexión entre la electricidad y el magnetismo, o si tenía la intención de demostrar algo completamente diferente. En cualquier caso, con la brújula, la batería y los cables allí dispuestos, Oersted estaba bien preparado para observar tal efecto.

Por una u otra razón, Oersted estaba intrigado con este experimento. No encontró una explicación matemática inmediata, pero estuvo pensando en ella durante los tres meses siguientes, y continuó con los experimentos hasta que estuvo seguro de que una corriente eléctrica podía producir un campo magnético, lo que llamó un «conflicto eléctrico».

El 21 de julio de 1820, Oersted publicó en los Annals of Philosophy, vol. XVI, pp. 273-276, un artículo, en latín, titulado “CIRCA EFFECTUM CONFLICTUS ELECTRICI IN ACUM MAGNETICAM” (Experimentos sobre el efecto de una corriente de electricidad en la aguja magnética). Los resultados fueron principalmente cualitativos, pero el efecto era claro: la aguja de una brújula, situada junto a un cable por el que circula una corriente eléctrica, sufre una deflexión del norte magnético cuando circula la corriente eléctrica, lo cual demuestra la relación directa entre electricidad y magnetismo. En este mismo año, por estos descubrimientos, La Royal Society of London le concedió la Medalla Copley y la Academia Francesa le premió con 3000 francos.

La senda que inició H. C. Oersted, en el terreno del electromagnetismo, continuó con distintas aportaciones y descubrimientos de otros tantos científicos, entre las que hay que destacar las de André-Marie Ampère, Michael Faraday y James Clerk Maxwell.

Alguno de sus biógrafos le denomina “un hombre de las dos culturas” por sus contribuciones e influencia sobre sus contemporáneos a través de las dos culturas, ciencia y arte, de su tiempo. Su filosofía, recogida en su libro “El alma de la naturaleza”, no sólo le ayudó a encaminar y perseverar en sus descubrimientos científicos; es un presagio del principio de conservación de la energía; e influyó notablemente en el escritor y compatriota Hans Christian Andersen. 

Hans Christian Oersted fue un gran impulsor del desarrollo de las ciencias; así, en 1824 fundó la Selskabet for Naturlaerens Udbredelse (Sociedad para el fomento del conocimiento de las ciencias naturales) y en 1829 fundó el Den Polytekniske Laereanstalt (Colegio de Tecnología avanzada), en la actualidad Technical University of Denmark.  

La unidad de inducción magnética se denomina Oersted por sus contribuciones en el campo del electromagnetismo.

Referencias: